Actualmente hablamos del estado “post pandemia”, el cual nos hace pensar en el fin de las restricciones y la posibilidad de volver a la normalidad que teníamos previo a marzo del 2020. Pero esta nueva normalidad ha logrado sacar a la luz consecuencias tanto en adultos como en niños, niñas y adolescentes respecto a cómo vivimos el confinamiento. Si bien aún se están evaluando los efectos de ésta sobre la población general, existen diversas proyecciones sobre cómo podrían verse dichos impactos en el desarrollo principalmente de los niños y niñas en edad preescolar.
El confinamiento generó cambios en las rutinas de los niños y niñas a partir del descenso en la actividad física llevando a un aumentando en el sedentarismo, así como también alteraciones en la calidad de sueño, interrupción en la socialización y un declive en la capacidad de autorregularse tanto conductual como emocionalmente. A su vez, la falta de una estructura y apoyo por parte de la escuela, el aislamiento social y el riesgo a que los padres y madres se contagiaran de la enfermedad, también tendría un impacto en la conducta y salud mental en niños y niñas.
Primero, tenemos que entender que la autorregulación se refiere a la capacidad del sujeto para regularse a nivel emocional, conductual y cognitivamente ante las demandas de un entorno. Por lo que para que un preescolar aprenda a autorregularse, primero necesita de un co-regulador, que puede ser un padre, una madre o un cuidador principal. Este adulto cumple con la función de contener las emociones de los más pequeños, permitiendo así, por medio del lenguaje, darle un nombre a dicha sensación. Esto en muchos casos se vio dificultado por los altos niveles de estrés y demandas que tenían los padres, donde la tarea de regular emocionalmente, que también ejercía el colegio, fue relevada a las pantallas con tal de calmar y entretener al niño.
A su vez, el confinamiento hizo más difícil las actividades al aire libre debido a las restricciones, siendo el juego en espacios exteriores una variable esencial para el desarrollo de la autorregulación, ya que los niños necesitan descargar energía. El simple hecho de tener que esperar para subirte al columpio o compartir con otros niños, permite trabajar la frustración, la integración sensorial, la flexibilidad cognitiva y la gratificación; todos elementos importantes dentro del proceso regulatorio. Lamentablemente, en muchos casos este juego activo fue reemplazado por el uso de pantallas como medio de obtención de gratificación, donde además la inmediatez hizo que el tener que esperar para conseguir algo, por ejemplo, un premio en la sala de clases, aumentara la sensación de frustración generando conductas desreguladas en los niños.
Si bien no todos los niños tenían acceso a un patio, el juego recreativo se puede dar en un living o un dormitorio, el crear fuertes o castillos, jugar al bachillerato o armar un puzzle, permite que el niño aprenda a incorporar todos los elementos necesarios para el desarrollo de la autorregulación.
La experiencia de la pandemia nos trajo mucha información con la cual debemos trabajar a corto y largo plazo. Es relevante adelantarnos a las consecuencias con tal de aminorar las posibles dificultades que vendrán por lo que el trabajo conjunto entre cuidadores principales, docentes, especialistas y entorno social es primordial para poder adecuarnos a las necesidades emocionales de los niños y niñas.
Alessandra Nocetti
Alumna en práctica Cbiem/Universidad del Desarrollo